De: 70kilos 257gramos
Enviado: jueves, 13 de marzo de 2008 14:16:59
Aquel fin de semana, estuvimos en la playa. En el pequeño cápsula coche viajamos Nadia, Silvia, Lolita y yo. Vamos a Murcia, también conocida por los cartageneros como Furcia. Salimos a las 19.00 horas del viernes, al principio maneja Lolita el coche... con su aplomo, seguridad y sabiduría, ole la Lola, ole, yo la acompaño de palmero en la parte delantera y detrás las otras ninfas. Hemos recorrido un montón de minutos y otro montón de kilómetros, lo primero es dirigirse a casa de la madre de Nadia, nos entregará las llaves de la casa de la playa, está en el Cabo Palos. Ella, madre solo hay una, nos recibe con Aldo, su novio, sirven latas de bebidas, me recreo en una Mahou, mientras observo, escucho e intervengo. Estamos por un breve momento con ellos, nos espera Orville, el amigo africano, el doctor de Mauritania. Así que salimos y nos citamos con Orville en el aparcamiento de un supermercado, por la noche, clandestinos, como si cerraran un trato los narcos, nos encontramos, nos saludamos... mi frialdad no exenta de educación no cae en saco roto. A mi, Orville hace muchos kilómetros y muchas lunas que dejó de inspirarme confianza, no me gusta nada y no comprendo la admiración de mi Lola hacia éste tío, la respeto... pero no la comparto ni en broma, experiencia, conocimiento... instinto, no, no me fío de él.
Hemos llegado al apartamento, está enclavado en la ladera de una montaña, forma parte del tremendo patrimonio de cemento que puebla las costas, es un enjambre de viviendas, por supuesto, casi todas vacías, con carteles de " se vende" clamando entre el polvo de la playa. Nada atípico, nada destacable, aunque he de decir que desde la hermosa terraza se domina el mar. Llegamos, sigue hablando y hablando de si mismo el bueno de Orville, me aburre hasta no poder evitar fingirlo, me arrincono al margen y me lío a porros en una esquina. Nos vamos a la cama, Lola y yo, ellos tres en una, pero no creo que haya orgía, busco y busco... pero no encuentro mas que cansancio. Se oyen ronquidos y fijo mi atención en cómo palidece la estancia a ojos de la luna. A la mañana siguiente busco y busco... encuentro migraña. La casa duerme, Orville se fue a primera hora con Nadia, en la casa reina paz, me levanto engorilado, cojo un billete de cinco euros y una lata de cocacola así como mi libro y canutos. Salgo de la casa.
La he visto antes de irme, le digo que cojo el celular, me dice que no hay cobertura, le digo que ya nos veremos en la cala.
Salgo de la casa, ésta vez si. Salgo y camino, el sol gobierna y se escucha el sonido de la hormigonera dando vueltas y vueltas en el vientre de un camión, se escucha el sonido del cemento en la playa, ay, la costa. He llegado a la cala.
Chiringuito descojonado y destrozado en la playa, dos cañas clavadas en la arena y un tipo dorando su protuberante barriga al sol sobre una multicolor silla plegable. Uno bucea mas allá. Pierdo interés pronto. Toco el agua que una ola grande me acerca y me pongo de pie. Subo por un caminillo, subo y al rato salgo del caminillo, subo la ladera de la montaña, se encrespa, se hace mas difícil, subo, subo... no importa, escucho los guijarros, primero, bajo mis pies, luego escucho las piedras de pizarra cómo se desplazan bajo mis pasos, la hierba alta me acaricia y los cardos me avisan. Una gaviota descansa cobijada en una oquedad de la roca, la despierto y me saca de la abstracción sus histéricos aleteos y graznidos, me ha asustado. He llegado a superar pequeños desniveles rocosos, buscando grietas donde asirme, sube y sube, sube y sube. He llegado arriba.
Dos opciones, una dirección, a sotavento y resguardado por las rocas me muestra la civilización con su urbanización, su producción y su polución. Otro, incómodo, me permite ver algo de verdor de montaña e inmensidad de mar, interrumpido por la aparición de algún mercante en lontananza. Vale, me lío uno, me quedo mirando la civilización y descubro más miniaturizado que nunca el coche de Silvia, las anhelo y extraño en la distancia, al frío de la brisa de ésta sierra.
He decidido bajar, después de tumbarme al sol por tiempo indefinido, me he bebido la cocacola y solo me queda un cigarro... que guardo para Ella. Bajo y bajo, es mas difícil bajar que subir, siempre tan contradictoria la cosa. He llegado abajo, el celular vibra " Lupo..estamos en la cala dnd hemos quedado dsd hace+d1hora..trajimos el desayuno+aperitivo+comida...no hay cobertura.. t echamos de menos... vienes?" Pero sigo mosqueado y pienso que ellas están bien, hablando de sus cosas. Paso del mensaje, aunque me recreo en leerlo, lo agradezco... la verdad.
He continuado bajando con desacompasado ritmo, no me he caído, pero no sabía qué hacer con la lata de cocacola, la aplasto contra el suelo de un pisotón y me la guardo en un bolsillo. Ando por una ladera, un camino de grava y descubro muchas cosas. Mientras camino, el vuelo cautivo de un papel sobre una roca, el cual a su vez está bajo dos piedras, llama mi atención, es una hoja de un calendario alemán, no lo entiendo... pero imagino lo que debió pensar quien allí lo dejara, la lluvia hace irregular el papel, planteo cogerlo, lo descarto. Después empiezo a creerme las piedras que veo, cromatismo de óxidos se desperezan montaña abajo, vibran los ocres y los minerales, la pizarra llena los vacíos mientras el rugir del mar domina el Parque Nacional del Cabo de Palos, donde me encuentro. Me asomo a abismos donde la lenta caída de una piedra y su lejano sonido me indican lo remoto de estos pozos, asusta el peligro de caer en un hoyo como éste para el fin de tus días.
He vuelto y me he arreglado con las hembras. Por la noche, lo hemos hablado, lo malo de perder tiempo enfadados, lo bueno de aprender de ello. Lo bueno de perderse para reencontrarse. Hemos cenado, puse una mesa para la ocasión, bebimos vino rojo, cava... el blanco quedó en la nevera. En la mañana, busqué y busqué... no me costó encontrar, ésta vez. Orville apareció brevemente el domingo, desapareció pronto y fatigado. Tuvo guardia en la noche.Viajamos en el coche, bien- bien, hemos salido de la playa a la una, adecentado la casa y hacemos carretera como a las dos o así. Llegamos a Cartagena, Nadia vota y robo una naranja de un árbol de la avenida. El coche y los nervios, si todo sale bien, llegaré yo a votar a Madrid.He llegado, he saltado del coche a las ocho y un minuto de la tarde, la poli municipal casi me cierra la puerta, agarro los listados, desperdigados por el suelo, encuentro mi nombre, mesa cincuenta y seis... he votado. Feliz, todo ha salido bien.Hemos estado en la playa y me he bañado los dos días, el agua fría ha hecho que mi sangre fluya con mayor impulso por mi cuerpo, es una sensación increíble.
Ant, microviajes.
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